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Sugerencias de turismo en Valladolid

Plaza de San Pablo

En torno a esta plaza se fueron configurando, a lo largo de los siglos, los espacios más nobles de la ciudad. Así llegó convertida, en torno al siglo XVI, en el espacio público por excelencia del Valladolid cortesano. Hoy es un auténtico punto neurálgico de visita imprescindible para cuantos viajeros quieren disfrutar de los rincones más singulares de la ciudad. A ella se asoman dos de sus más notables palacios, el Real, frente a la iglesia, y el de Pimentel, a un costado.

Museo Nacional de Escultura

La estrella de los museos vallisoletanos. De hecho, se proclama con orgullo como el más importante de los museos de escultura policromada de Europa. Y es cierto que su visita se disfruta con mucho goce sea cual sea la sensibilidad de cada cual. La gran recomendación es que, para aprovechar la visita, hay que dedicarle su tiempo. Es decir, al menos un par de horas que, por otro lado, pasan volando.

La Antigua

La iglesia de Santa María de la Antigua es, además de una auténtica joya del Valladolid más antiguo, uno de sus principales y más reconocibles iconos. No en vano explicar sus orígenes es remontarse al propio fundador de la ciudad, el conde Don Pedro Ansúrez que aquí mismo, en la cuesta que une la calle de las Angustias con la plaza de la Universidad, tendría su casa-palacio.

Plaza Mayor

En sus orígenes, no era más que un espacio caótico dedicado al mercado en las afueras de la ciudad. Pero en 1561 todo el centro de la ciudad sufrió un devastador incendio y Felipe II decidió aprovechar la ocasión para empezar de cero: de aquella remodelación urbanística ejemplar surgió una plaza Mayor que sirvió de modelo para otras como las de Salamanca y Madrid y varias más en América.

Catedral

El entorno catedralicio conforma el otro cogollo monumental de Valladolid. El origen de la catedral está en una anterior colegiata ligada a la propia fundación de la ciudad. Sobre las piedras de esta, y a lo largo de muchos siglos, se fue levantando la seo al tiempo que se desmontaba lo anterior. El resultado es un edificio incompleto que lleva en sus trazas la impronta de Juan de Herrera. Merece mucho la pena el Museo Diocesano ubicado en su interior, ocupando los pocos restos que quedan de la anterior colegiata.

Universidad y Santa Cruz

En torno a la catedral se alzan monumentos de talla como la iglesia de La Antigua, ligada al fundador de la ciudad, el conde Ansúrez, o, por el otro lado, la Universidad. Su fachada es un excelente ejemplo de arquitectura civil barroca. La calle de la Librería conduce hasta el palacio de Santa Cruz.

El Campo Grande

Tiene a sus espaldas una dilatada historia que ha corrido pareja a los avatares urbanísticos de la ciudad casi desde su fundación, aunque es en 1879 cuando este espacio comienza a cobrar el aire de jardín romántico que perdura hasta nuestros días. De esa época datan muchos de los árboles que conforman hoy su fronda, una de cuyas características principales es la gran variedad de especies.

Casa de Cervantes

El traslado de la Corte de Madrid a Valladolid en 1601 provocó la instalación aquí de todo el aparato administrativo del Estado. Al rebufo de aquella marea, don Miguel de Cervantes aterrizó en Valladolid en febrero de 1603 para quedarse a vivir en ella el tiempo que hiciera falta. Seguía la estela de una Corte recién instalada en la ciudad con el propósito de resolver en la Chancillería la acusación que se le hacía de haberse quedado con fondos públicos procedentes de su oficio como recaudador.

San Benito

Junto a San Pablo, la colegiata y la Universidad, éste es uno los edificios fundamentales en la historia de Valladolid. Se levanta sobre los restos del primer alcázar con que contó la ciudad, erigido por Juan I, y del que se descubren sus únicos restos visibles asomando en la acera que bordea el monasterio por la plaza del Poniente.

El Museo Oriental

El origen más remoto del museo, abierto en 1874, está en la necesidad de familiarizar a los jóvenes misioneros que se preparaban para realizar tareas de apostolado en tan lejanos horizontes. La gran distancia cultural con aquellas tierras o el desconocimiento de costumbres y lengua, hicieron pensar que un primer acercamiento podía venir del contacto con los diferentes objetos y piezas de arte traídas de allí por otros misioneros.


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